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LA VAJILLA ROMANA
ROSA ALBIACH
Servicio de Investigación Prehistórica. Valencia
Los restos materiales que la arqueología pone a nuestro alcance para acercarnos al estudio del pasado nos revelan la vajilla y los objetos domésticos como los más abundantes y variados. Las continuas
investigaciones de las piezas contextualizadas van estableciendo clasificaciones según su procedencia,
su función y su cronología de manera que, en sí mismas, llegan a constituir una gran ayuda para entender e interpretar algunos aspectos de la vida cotidiana y la dinámica de los circuitos comerciales.
Aunque el territorio que ocupaba la cultura romana fue muy amplio, las cerámicas presentes en
sus asentamientos coinciden mayoritariamente en ser las mismas, exceptuando las producciones locales, ya que existió una gran demanda y una red comercial organizada que abastecía de estos productos a todos los centros redistribuidores del ámbito romano.
Así pues, también las cerámicas romanas de los yacimientos valencianos, trátese ya tanto de ciudades como de establecimientos rurales, son similares a las que hallamos en el resto del territorio romanizado. Llegaron a estas tierras a partir del siglo III a.C. acompañando a los nuevos habitantes itálicos
que poseían diferentes costumbres alimenticias y, en un primer momento, convivieron con las cerámicas ibéricas, las cuales, poco a poco, fueron desapareciendo. Con el tiempo, perduraron y se ampliaron
estas importaciones así como los lugares de procedencia y, de igual modo, también fueron manufacturadas diversas cerámicas en la península Ibérica. Este cambio ofreció un nuevo y amplio mercado para
la introducción de nuevos productos de primera necesidad así como una oportunidad para los artesanos, los navegantes y los comerciantes, creándose de este modo una red de importaciones y exportaciones que aumentó y consolidó las relaciones de la península con los pueblos del Mediterráneo.
LAS PRODUCCIONES CERÁMICAS
Los recipientes asociados a la alimentación fueron variando su tipología y su materia dependiendo de las modas y la dinámica del mercado. Estos se hicieron mayoritariamente de cerámica,
elaborada a torno y cocida en hornos específicos, aunque también los hubo de vidrio, madera, metal
(plata, bronce o hierro), marfil e incluso de piedra. Sobre ellos se aplicaron diferentes tratamientos y
decoraciones con engobes, pinturas, apliques, incisiones y grabados. La tipología en los objetos abarcaba desde el servicio de mesa hasta los objetos de cocina y almacenaje, con distintos tamaños y características morfológicas que diferían dependiendo de la arcilla, la cocción y la calidad del barniz,
esta última en el caso de la vajilla.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
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Se fueron creando centros productores en diversos puntos del Mediterráneo, destacando los de la
península Itálica, la Galia, Hispania, el norte de África y el Próximo Oriente. Hispania mantuvo relaciones comerciales con todos estos talleres y, así, en los yacimientos valencianos encontramos una
gran variedad de importaciones de vajilla de mesa y otras cerámicas de uso doméstico.
La comercialización de las producciones cerámicas de vajilla, sobre todo las provenientes de la península Itálica y del norte de África, fueron una carga subsidiaria en los barcos porque prioritariamente se
transportaban ánforas con vino, aceite, salazones y cereales así como otros productos alimenticios.
LA VAJILLA FINA
Dentro de esta denominación se incluyen las piezas que se usaron en relación con el servicio de
mesa, las cuales destacan por su calidad y porque existe una buena sistematización de ellas, lo que
las convierte, en ocasiones, en un excelente fósil director. La vajilla fina más usada para la consumición fue la producción industrial de piezas cerámicas barnizadas por el interior y exterior, consistente en una solución arcillosa inicialmente de color negro denominada barniz negro y a partir del
último tercio del siglo I a.C. de color rojo, conocida como terra sigillata. En ocasiones, la marca del
alfarero era impresa en el interior de la pieza, donde constaba el praenomen abreviado, el nomen y el
cognomen y, ocasionalmente, se incluía entre la decoración de la pieza. Los recipientes más habituales
fueron los cuencos, las copas, los vasos, los platos y las fuentes de diferentes tamaños, con o sin pie.
Se realizaron en Italia, la Galia e Hispania y, a partir del siglo II, en el norte de África. Las piezas de
lujo eran escasas y se hacían de plata.
Época republicana: siglos II-I a.C. El origen de la cerámica de mesa romana se remonta a finales
del siglo IV a.C. cuando los talleres áticos entran en crisis y son sustituidos por un grupo de fábricas
itálicas con nuevas piezas de barniz negro que serán más económicas y se suministrarán a los compradores habituales del Mediterráneo occidental. Éstas últimas siguieron la tradición ática pero con
formas diferentes, con una calidad muy inferior y decoraciones decadentes basadas en estampillados de palmetas hechas con punzones y rosetas dentro de círculos puntillados a ruedecilla. Se elaboraron en la península Itálica a partir del siglo III a.C., con centros de producción en Campania (Nápoles o Cales) y en Etruria, y son conocidas como campanienses. La llegada a Iberia de las cerámicas de
barniz negro se produjo en este momento conviviendo con otras piezas itálicas de tradición helenística pero fue a partir de inicios del siglo II a.C. cuando se intensificaron las importaciones campanas,
producidas en grandes cantidades y a bajo precio. Hubo imitaciones de barniz negro elaboradas en
talleres locales, como las de Cataluña.
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Estas cerámicas están presentes en los yacimientos valencianos que tienen una cronología enmarcada entre los siglos II-I a.C. que, o bien fueron asentamientos ibéricos que perduraron en su
ocupación hasta este momento, o bien se romanizaron como en el caso de las ciudades de Saguntum (Sagunto) y Lucentum (Tossal de Manises, Alicante) y, sobre todo, en las nuevas fundaciones
como lo fue la colonia de Valentia (Valencia). Las formas cerámicas más habituales aparecidas en
estos yacimientos son los cuencos de paredes rectas o con ala, los platos, las copas, las páteras y los
tinteros. Las tendencias comerciales de esta vajilla, establecidas entre las tierras valencianas y la
Península Itálica, pueden apreciarse desde el año 138 a.C. en los niveles fundacionales de Valentia,
donde Ribera ha constatado un predominio de la campaniense A y en menor medida la campa-
Yacimientos valencianos destacados con publicaciones de cerámicas romanas.
Estas investigaciones han permitido conocer algunas producciones de cerámicas locales e importaciones, y establecer
las relaciones comerciales entre las tierras valencianas y los diferentes pueblos del Mediterráneo.
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Vajilla doméstica de
época republicana. Siglos II-I a.C. Procedencia diversa. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Vajilla de uso habitual
en los yacimientos valencianos entre los siglos II-I a.C. donde destaca la convivencia de la
cerámica ibérica con las
piezas romanas de barniz negro, paredes finas
y cerámica común.
niense B de buena calidad, la etrusca, así como las producciones de barniz negro de Cales. Entre al
año 100 a.C. y el momento de destrucción de la ciudad en el 75 a.C. predominan la campaniense
B de Cales junto a la beoide sobre la campaniense A, tres producciones también existentes en Ilici
(l’Alcúdia d’Elx) en este momento. Quedan ya como importaciones minoritarias la B etrusca, la
Byrsa 661 y la campaniense C.
Época imperial: siglos I-III. Con la llegada del Imperio los artesanos de diversos talleres de la
ciudad de Arezzo (Etruria, Italia) impusieron sus producciones, que se han denominado terra sigillata aretina, iniciándose sobre el año 40 a.C. y perdurando hasta mediados del siglo I, con un área
de difusión por todo el ámbito romano. Se trata de una cerámica de calidad excelente ya que tiene
una arcilla muy depurada con un barniz anaranjado muy bueno. Se elaboraron piezas lisas y decoradas con temas vegetales y humanos, fabricándose a molde y a torno. Podemos distinguir la copa
y el plato, llamados también servicio, las fuentes de variados tamaños y otras piezas adicionales
como las grandes copas y cuencos, en ocasiones decoradas en relieve con temas mitológicos enmarcados con cenefas vegetales. Los sellos de oficina podían tener una disposición radial o central, con forma circular, oblonga o in planta pedis, esta última con una cronología a partir del año
15. Esta producción se comercializó por vía marítima acompañando al vino itálico transportado en
ánforas Dressel 1.
Dentro del territorio valenciano, destacan las ciudades de Ilici y Saguntum por su mayor proporción de piezas encontradas, incorporándose recientemente Valentia tras el hallazgo de un conjunto
de aretinas en un depósito votivo datado entre los años 5 a.C. y 10. En ellas, así como en Lucentum, el
Portus Ilicitanus (Santa Pola), Lesera (Moleta dels Frares, Forcall, Castellón) y en El Monastil (Elda), se
ha podido constatar un comercio superior de piezas lisas sobre las decoradas. Los estudios realizados en Ilici por Montesinos evidencian que una gran variedad de centros de producción situados en
la Península Itálica y la Galia abastecieron a esta ciudad, como se ha podido comprobar con las primeras producciones de cerámicas de barniz negro con sellos latinos que son anteriores al 15 a.C. y
proceden de Arezzo, que será el mayor centro abastecedor para Ilici. También es considerable la cantidad de sigillatas aretinas que proceden de Ateius, seguidas por las de Roma e Italia central, Puteoli,
Lyon, el norte de los Alpes, el sur de la Galia y el valle del Po. Entre ellas abundan los platos y las copas sin decoración, destacando los caliciformes decorados tanto con frisos de ovas dobles con len-
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
güeta simple como con círculos concéntricos y rosetas, las figuras en relieve de grifo, de amorcillo,
de esqueleto y de Hércules. Así, también las aretinas encontradas en Valentia tienen un origen mayoritariamente de Arezzo y en menor proporción de Puteoli, resaltando una copa decorada con un
friso de mujeres acompañadas por niños.
La última producción de Arezzo, llamada aretina tardoitálica, llegó desde mediados del siglo I a
las ciudades de Ilici, Saguntum y Valentia. Se importaron, además, producciones del noreste de Cataluña y cerámicas oxidantes de barniz rojo que imitaban y se comercializaban junto con estas.
Los alfareros aretinos instalaron, al poco tiempo, nuevos talleres o sucursales en otros lugares de
la Península Itálica como Pisa, y también en el sur de la Galia, como Lyon (Graufesenque), Banassac
y Montans y, además, en otros lugares de la zona central y oriental gala. Esta cerámica pronto adquirió un importante desarrollo y su comercialización entró en auge a mediados del siglo I, abarcando
su difusión todo el mercado del imperio romano y extinguiéndose a partir de la primera mitad del
siglo III. Esta producción se conoce como terra sigillata sudgálica, su arcilla es de color rosado intenso con desgrasante de cuarzo visible y tiene un barniz brillante de tono violáceo, de calidad
buena. Se elaboraron piezas lisas y decoradas, donde los temas decorativos predominantes fueron los vegetales, incluyendo también
los animales y los humanos. La Graufesenque, entre los años 4070, realizó una producción minoritaria llamada marmorata, de barniz amarillo veteado en marrón, algunas con marca de oficina.
De nuevo, y para estas producciones de la Galia que llegarían a las tierras valencianas por vía marítima, destacan las ciudades de Saguntum e
Ilici dado su mayor porcentaje de hallazgos y los estudios realizados. En estas ciudades se aprecia la abundancia de importaciones desde las primeras
producciones, con un predominio de las piezas lisas (copas y platos) sobre las
decoradas, incluyendo algún ejemplar de marmorata. En Ilici, entre las piezas decoradas, el vaso más habitual fue el Dragendorff 37, seguido del 29 y 30, donde
destacan motivos como la alternancia de guirnaldas ondulantes con plantas o figuras, bandas de paneles o arcadas con figuras, gallones, medallones con motivos
cruciformes, metopas divididas y motivos vegetales, entre otros. Los sellos alfareros, presentes sobre todo en las piezas lisas, remiten como mayor fuente de importación a la Graufesenque y en menor medida a Montans o Banassac. Estas cerámicas también se han documentado en algunos asentamientos rurales o
costeros y en las ciudades de Valentia, Lesera, el Municipium Liria Edetanorum (Liria) dentro de 7 pozos votivos, Lucentum, el Portus Illicitanus y el Monastil.
Copa de terra sigillata sudgálica decorada con la figura del dios Mercurio. Siglo I. Ampurias. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
A partir de finales del siglo I a.C. la terra sigillata,
barnizada de color rojo,
fue la vajilla cerámica más
utilizada para el consumo.
Hubo una gran demanda
y una red comercial organizada que abastecía de
estos productos a todo el
mundo romano.
Dentro de las producciones romanas provinciales también hubo imitaciones
de cerámicas sigillatas hechas en Hispania, que se difundieron hacia mediados
del siglo I. Su producción, a la que actualmente denominamos terra sigillata
hispánica, se realizó en talleres situados en diversos puntos de la península
Ibérica: Tricio, Corella, Liédana, Pompaelo, Abella, Solsona, Bronchales, Andujar y Granada, y empezó imitando algunos tipos galos. Según los centros de
producción, variaron las arcillas desde amarillas a anaranjadas y rosadas, con un barniz anaranjado
o marrón rojizo, de calidad buena que degeneró con el tiempo. Esta producción perduró hasta fines
de los siglos V y VI, conociéndose como hispánica tardía. Las decoraciones consistieron, sobre todo,
en franjas de rosetas o círculos, alternando algunas con motivos vegetales y figuras animales o humanas. Su difusión fue general en el mundo romano, llegando al sur de la Galia, Italia y el norte de
África, aunque predominaron en Hispania.
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Centros productores y redistribuidores de cerámica que mantuvieron relaciones comerciales con yacimientos valencianos.
Los materiales cerámicos romanos que encontramos en los yacimientos valencianos indican la existencia de relaciones
comerciales destacadas con la península Itálica, la Galia, Hispania, el norte de Africa y el Próximo Oriente.
La presencia de estas cerámicas en nuestros yacimientos está relacionada, sobre todo, con talleres de la Rioja, de Teruel y de Andujar, y su porcentaje es elevado respecto del resto del servicio de
mesa, como se desprende del estudio de Escrivá en el caso de Valentia. Esta ciudad presenta el mayor volumen de sigillata hispánica en las tierras valencianas, con su mayor índice entre mediados
del siglo I y mediados del siglo III d.C. debido, probablemente, a su papel de centro redistribuidor,
que perdurará con piezas tardías hasta finales del siglo VI en que serán sustituidas por la cerámica
africana. La gran mayoría de las piezas eran de procedencia riojana (Arenzana de Arriba, Bezares,
Tricio, Nájera) ya desde los años 60-65, con una comercialización marítima desde Dertosa y con un
predominio de los vasos hemiesféricos o carenados junto a alguna forma cerrada, como la cantimplora y, mayoritariamente, tenían un sello del alfarero. En menor medida están documentadas las
cerámicas de Bronchales ya desde los años 80-85, con una vía terrestre para su comercialización,
que fue local y regional. En términos generales, en Valentia, el porcentaje de piezas lisas es mayor
que el de las decoradas, como también ocurre en el Portus Illicitanus, y entre estas últimas destaca
como más abundante la forma Dragendorff 37 con ovas, lengüetas, círculos, ángulos y puntas de
flecha, con frisos de metopas y círculos con animales o motivos verticales estilizados. Le siguen en
proporción la forma Dragendorff 29 y 37, con predominio del estilo de metopas con motivos figurados humanos, animales y escenas. Así mismo, han sido documentadas en Saguntum un conjunto
de hispánicas entre las que predomina una buena calidad, también con algunos ejemplares de
Bronchales y una mayor proporción de formas decoradas sobre las lisas, como ocurre en Ilici
donde existe una cantidad de hispánicas escasa que Montesinos relaciona con una disminución de
estas cerámicas hacia el sur del territorio valenciano. También cabe destacar su presencia en el Municipium Liria Edetanorum, la ciudad de Dianium (Denia), el Monastil y, en la provincia de Castellón
en les Carrasques (La Jana).
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
La proliferación en este momento del hábitat rural en villae (villas) queda, en muchos casos, constatada por la presencia de estas cerámicas, que además de indicarnos la difusión de esta producción nos
muestran una mayor perduración en las zonas del interior que en la costa del territorio valenciano.
Los talleres productores de cerámicas en el norte de África, a partir de finales del siglo I, tomaron protagonismo dentro del círculo comercial del mundo romano y se difundieron por vía marítima a través de
la cuenca mediterránea. La primera exportación masiva de esta cerámica, que actualmente conocemos
como terra sigillata clara A, fue producida en el África Proconsular (Numidia y parte oriental de Mauritania). Esta cerámica se documenta en las tierras valencianas, tanto en sus ciudades como en las numerosas
villae, desde finales de época Julio-Claudia, como se ha visto en Valentia. A partir del siglo III se introduce
de forma masiva la cerámica africana A tardía y la terra sigillata clara C, que inició su fabricación en este
momento, prolongándose hasta el siglo IV. Ambas poseían una arcilla rojiza con un barniz anaranjado de
poca calidad, carecían de sellos alfareros y las decoraciones fueron escasas, aunque en ocasiones incluían
algunos motivos en relieve aplicado y estampado, o barbotina de hojas de agua, ruedecilla y temas vegetales o figurados. Estas producciones también han sido documentadas en las ciudades de Saguntum y su
puerto del Grau Vell, el Municipium Liria Edetanorum, el Portus Illicitanus y en Lucentum, con un bajo porcentaje, dada la evolución de la ciudad, como indican Olcina y Pérez.
Desde mediados del siglo II y a lo largo del III, también llegan a las tierras valencianas las producciones del sureste de la Galia, denominadas lucente, con un barniz que tiene irisaciones metálicas y
una tipología compuesta de vasos, jarros y copas.
Antigüedad tardía: siglos IV-VII. Las producciones del norte de África siguieron siendo preferentes dentro del ámbito comercial romano hasta el siglo VI, en que se fabricaron los últimos testimonios
a gran escala, y quedaron solamente producciones minoritarias, pero perduraron las exportaciones.
Las cerámicas de los siglos IV-VI se denominan terra sigillata clara D. La arcilla seguirá siendo rojiza
y su barniz anaranjado y de baja calidad. La decoración se hacía en relieve aplicado o con punzón y
estampado y, en muchos casos, carecía de decoración. Los motivos consistían en estampillas, palmetas, rosetas, círculos concéntricos y reticulados. Durante los siglos V y VI surgieron motivos de animales, símbolos cristianos, cruces geminadas y escenas con figuras humanas, todas ellas característi-
Vajilla doméstica de época imperial procedente de yacimientos valencianos. Siglos
I-III. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Vajilla de uso habitual en tierras valencianas entre los siglos I-III donde predominan las piezas de terra sigillata
acompañadas de cerámica común. Los
recipientes más habituales fueron los
cuencos, las copas, los vasos, los platos, las jarras y las fuentes de diferentes tamaños, con o sin pie.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cas de las producciones de sigillata paleocristiana anaranjada y gris (Galia), la cual fue muy escasa a
partir de la segunda mitad del siglo VI, como se ha visto en Valentia.
La presencia de la terra sigillata clara D se ha documentado en la provincia de Castellón, donde tres
asentamientos atestiguan la continuidad romana durante los siglos V-VI. Estos yacimientos son Pou de Llobet (Albocàsser), Benicató (Nules) y el Brosseral (Cabanes), así como también el fondeadero de les Pedreres de la Barbada (Benicarló), según ha estudiado Arasa. Más al sur, estas cerámicas se encuentran en Saguntum y en su puerto, y en Valentia donde Rosselló ha documentado que llega, esporádicamente, vajilla
de mesa oriental llamada Late Roman C (Focea) y Late Roman D (Chipre), cerámica egipcia o copta y
otras producciones (Fine Byzantine Wares). Otros importantes asentamientos con esta perduración son el
Portus Illicitanus, la necrópolis de l’Albufereta y el Monastil entre mediados del siglo IV y finales del siglo V
y, también, Garganes (Altea, Alicante) con actividad comercial elevada desde mediados del siglo IV hasta
mediados del siglo VI, en que destaca el alto porcentaje de cerámicas estampilladas. La existencia de estas
cerámicas en las villae ha permitido constatar una proliferación del hábitat rural durante el siglo IV.
LOS VASOS PARA BEBER
Cáliz de vidrio de época
imperial. Tisneres (Alcira,
Valencia). [Museo de Prehistoria de Valencia].
Los recipientes de vidrio usados para beber
se impusieron, a partir
del siglo I, sobre los vasos de cerámica común
con paredes muy delgadas, y perduraron hasta inicios del siglo II.
Los vasos, cubiletes o cálices usados más asiduamente para beber eran
de cerámica común con paredes muy delgadas, llamados paredes finas,
a los cuales, a partir del siglo I, se añadieron y se impusieron las piezas
de vidrio. Durante los siglos II-I a.C. estos se importaron desde la península Itálica aunque también hubo imitaciones en Iberia y en la isla
de Ibiza. Inicialmente no presentaban decoración o bien tenían incisiones
y barbotina. A partir de mediados del siglo I, además de importarse, sobre todo se produjeron en diferentes puntos de Hispania, mayoritariamente en la Bética, y perduraron hasta inicios del siglo II. Su decoración
se basaba en engobes, motivos incisos y «a peine», tratamiento arenoso, a
barbotina y a ruedecilla y los llamados «cáscara de huevo».
Por lo que respecta a los yacimientos valencianos, los vasos para beber documentados se ciñen a las características y procedencias descritas, pero además cabe
señalar la posible producción de éstos en tierras de Sagunto ya que son mencionados como cálices o copas saguntinas por Plinio en su Historia Natural (XXXV,
160-161) y por Marcial en su obra poético-satírica (IV, 46, 12-17; VIII, 6, 1-4; XIV,
108), aunque también se ha considerado que podría tratarse de sigillatas hispánicas; esta ciudad, además, también ofrece ejemplares itálicos. En Valentia los cubiletes de paredes finas ya están presentes en el momento fundacional (138 a.C.) y
en época tardo-augustea (8 a.C. - 9) con un origen itálico (de Etruria y del sur) e
hispano (gris catalana), y también son producidos a finales del siglo I a.C., como
se ha visto en la excavación de un horno en l’Almoina. En Ilici aparecen en los niveles de mediados del I a.C. a mediados del I, como
también en la necrópolis de l’Albufereta (el Campello, Alicante),
donde han sido estudiados los vasos de época imperial.
Vasos de paredes finas de época imperial. Ibiza y Ampurias. [Museo de Prehistoria de
Valencia].
Los cubiletes usados más asiduamente para beber eran de cerámica con paredes muy
delgadas. Entre su decoración se podía incluir la barbotina, como en el caso de estas
dos piezas que tienen motivos aplicados de hojas de piña y palmas con hojas de agua.
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
Cerámica común de cocina. Siglos I-V. Font de Mussa (Benifaió, Valencia) y Llíria (Valencia). [Museo de Prehistoria de
Valencia].
El menaje de cocina comprendía las piezas que iban al
fuego y otras para la contención de provisiones. Había
ollas y cazuelas para cocinar
directamente al fuego o al
horno, orzas para la fritura o
asado de alimentos y tapaderas para cubrir los recipientes.
LA CERÁMICA COMÚN Y DE COCINA
Dentro de este amplio grupo se encuentran los recipientes de servicio
de mesa y de cocina usados para el aprovisionamiento, preparación,
transformación, conservación y almacenaje de alimentos, algunos de ellos
con un uso multifuncional. En general, el conjunto de materiales consistía
en urnas para contener y transportar agua y también para conservar alimentos, jarras con una o dos asas para calentar y escanciar líquidos, vasos
para beber y medir capacidades, platos y fuentes para servir así como
para comer y preparar alimentos líquidos y sólidos, cuencos para lavarse
las manos y transformar alimentos, recipientes para uso en la higiene personal y tareas domésticas, orzas para la elaboración de salsas o condimentos, morteros, tapones, tapaderas con función también de platos, coladores y embudos. El menaje de cocina comprendía las piezas que iban al
fuego para guisar o freír, entre las que había ollas para la cocción de alimentos y contención de provisiones, orzas para la fritura o asado, cazuelas de variados tamaños para cocinar directamente al fuego o al horno y
para usarse con trípode, y además las tapaderas.
Estas cerámicas fueron cocidas tanto de modo reductor como oxidante,
generalmente sin tratamiento posterior, excepto las producciones africanas
de cocina con un engobe interior o algunos ejemplares de cuencos y jarras
decorados con trazos lineales de pintura.
Las importaciones que llegaron a las tierras valencianas procedían de la
península Itálica, el norte de África, algunos ejemplares orientales, pero, sobre
todo, las piezas más utilizadas fueron las producciones locales, existiendo un
comercio regional, con una mayor presencia en los asentamientos rurales.
Época republicana: siglos II-I a.C. Durante los siglos II-I a.C la mayor
parte de los recipientes que conocemos provenían de la península Itálica y
eran para la cocción de alimentos; se trataba de ollas, sartenes, morteros,
tapaderas y cazuelas, entre ellas las rojas pompeyanas, que poseían un engobe rojo en su interior, como se ha documentado en Valentia. Acompañando a este conjunto había algunas piezas de origen púnico, jarritas de
Jarra de bronce. Siglo I . Els
Horts (Vallada, Valencia).
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Los recipientes asociados a la
alimentación se hicieron mayoritariamente de cerámica aunque también los hubo de vidrio, madera, marfil, piedra y
metal de plata, hierro o bronce,
como es el caso de esta pieza.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cerámica gris, páteras, kalathos y tinajas ibéricas pintadas junto a jarras de cerámica común para verter líquidos y otros recipientes para cocinar. En la ciudad de Saguntum también han sido estudiadas
estas importaciones itálicas y púnicas (ibicencas y cartaginesas), por Pascual y Aranegui, como también un alto porcentaje de cerámica ibérica local y otras producciones locales y regionales de los alrededores de la ciudad.
Época imperial: siglos I-III. En época augustea, como se ha podido ver en Valentia, continuaron
las importaciones itálicas de cazuelas altas y morteros, y de la Campania llegaron cazuelas bajas
y tapaderas además de platos rojos pompeyanos. Del África Proconsular y Byzacena (Túnez) se
importaron cazuelas altas y bajas, tapaderas, y también diversos recipientes consistentes en boles,
cuencos, jarras y olpes, y también algún ejemplar oriental como las jarritas. También hubo producciones locales de ollas, tapaderas y jarras, diferenciándose diversos grupos atendiendo a la
pasta. A finales del siglo I e inicios del siglo II, el conjunto de materiales de cocina continuó teniendo una procedencia itálica, africana y de producción local, entre los cuales se han estudiado
platos/tapadera y cazuelas africanas en Valentia, y, dentro de las cerámicas comunes locales, en el
Municipium Liria Edetanorum se conoce un amplio repertorio en relación con la transformación y
contención de alimentos, además de jarras para líquidos, vino o aceite. A mediados del siglo II se
ampliaron los tipos cerámicos de cazuelas, vasos globulares y ollas. Ya en el siglo III, el lote de
material más importante fue el de origen africano, como se puede apreciar en Saguntum. Esta visión se repite en la provincia de Alicante, donde en el Portus Illicitanus los estudios efectuados
por Sánchez han podido establecer diferencias entre importaciones y producciones locales o regionales, así como también ha sido estudiada la cerámica común de los yacimientos del valle del
río Vinalopó (Alicante). En Ilici los estratos augusteos presentan vasos, platos y olpes con decoración pintada, y en los niveles del siglo II gran parte de los materiales tienen una procedencia africana. En la Villajoyosa se ha documentado cerámica africana de cocina y común y en la isla de Tabarca se han hallado restos de ocupación romana con materiales desde el siglo II hasta el siglo IV
provenientes del norte de África.
Antigüedad Tardía: siglos IV-VII. La dinámica del este de Hispania,
según Gutiérrez, estaba dentro de la evolución de la economía mediterránea, con un mercado en las ciudades portuarias y en los centros rurales costeros surtido de
abundantes importaciones que, con el tiempo, dieron paso a las producciones locales
orientadas al autoconsumo. Las cerámicas que conocemos en los yacimientos
valencianos para los siglos IV-VI tienen un
origen diverso, y destacan en proporción
las producidas en Cartago, Cerdeña, el sur
de Italia o Sicilia, que corresponden a fuentes, cuencos, cazuelas y tapaderas, y se han
podido diferenciar por Reynolds en el valle
Cerámica común de época visigoda de
yacimientos valencianos. Siglos VI-VII.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
del río Vinalopó. También se conocen cazuelas altas y bajas de cerámica hecha a mano o torneta de
las provincias de Alicante y Murcia, documentadas en el Monastil entre mediados del siglo IV y final
del siglo V, perdurando hasta el siglo VII. En Ilici, a mediados del siglo IV, destacan los materiales de
procedencia africana y las cerámicas comunes hechas a mano con desgrasante de mica dorada.
Entre mediados del siglo VI y la primera mitad del VII, hubo un predominio de productos africanos, como se ha podido ver en Valentia, con ollas sin asas, cazuelas, morteros, cuencos, orzas con
tubo vertedor, jarras de un asa y pico vertedor y también tapaderas, que evidencian la intensa relación con el África bizantina. También del Mediterráneo oriental se importaba cerámica de cocina
como ollas (algunas del área de Constantinopla y Palestina), cazuelas, jarros con asas dobles sobre
montadas y ampollas con pitorro. En la Punta de l’Illa (Cullera), Valencia la Vella (Riba-roja de Túria) y en Alicante, también se conocen ungüentarios litúrgicos contenedores de aceite consagrado de
Palestina o Panfilia. Todo este conjunto se acompañó de cerámicas a mano o a torno lento procedente
del Mediterráneo central (Lipari) y de Sicilia, como también de Ibiza llegaron cuencos, algunos con
tubo vertedor y ánforas pequeñas.
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Los restos materiales que la arqueología pone a nuestro alcance para acercarnos al estudio del pasado nos revelan la vajilla y los objetos domésticos como los más abundantes y variados. Las continuas
investigaciones de las piezas contextualizadas van estableciendo clasificaciones según su procedencia,
su función y su cronología de manera que, en sí mismas, llegan a constituir una gran ayuda para entender e interpretar algunos aspectos de la vida cotidiana y la dinámica de los circuitos comerciales.
Aunque el territorio que ocupaba la cultura romana fue muy amplio, las cerámicas presentes en
sus asentamientos coinciden mayoritariamente en ser las mismas, exceptuando las producciones locales, ya que existió una gran demanda y una red comercial organizada que abastecía de estos productos a todos los centros redistribuidores del ámbito romano.
Así pues, también las cerámicas romanas de los yacimientos valencianos, trátese ya tanto de ciudades como de establecimientos rurales, son similares a las que hallamos en el resto del territorio romanizado. Llegaron a estas tierras a partir del siglo III a.C. acompañando a los nuevos habitantes itálicos
que poseían diferentes costumbres alimenticias y, en un primer momento, convivieron con las cerámicas ibéricas, las cuales, poco a poco, fueron desapareciendo. Con el tiempo, perduraron y se ampliaron
estas importaciones así como los lugares de procedencia y, de igual modo, también fueron manufacturadas diversas cerámicas en la península Ibérica. Este cambio ofreció un nuevo y amplio mercado para
la introducción de nuevos productos de primera necesidad así como una oportunidad para los artesanos, los navegantes y los comerciantes, creándose de este modo una red de importaciones y exportaciones que aumentó y consolidó las relaciones de la península con los pueblos del Mediterráneo.
LAS PRODUCCIONES CERÁMICAS
Los recipientes asociados a la alimentación fueron variando su tipología y su materia dependiendo de las modas y la dinámica del mercado. Estos se hicieron mayoritariamente de cerámica,
elaborada a torno y cocida en hornos específicos, aunque también los hubo de vidrio, madera, metal
(plata, bronce o hierro), marfil e incluso de piedra. Sobre ellos se aplicaron diferentes tratamientos y
decoraciones con engobes, pinturas, apliques, incisiones y grabados. La tipología en los objetos abarcaba desde el servicio de mesa hasta los objetos de cocina y almacenaje, con distintos tamaños y características morfológicas que diferían dependiendo de la arcilla, la cocción y la calidad del barniz,
esta última en el caso de la vajilla.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
Se fueron creando centros productores en diversos puntos del Mediterráneo, destacando los de la
península Itálica, la Galia, Hispania, el norte de África y el Próximo Oriente. Hispania mantuvo relaciones comerciales con todos estos talleres y, así, en los yacimientos valencianos encontramos una
gran variedad de importaciones de vajilla de mesa y otras cerámicas de uso doméstico.
La comercialización de las producciones cerámicas de vajilla, sobre todo las provenientes de la península Itálica y del norte de África, fueron una carga subsidiaria en los barcos porque prioritariamente se
transportaban ánforas con vino, aceite, salazones y cereales así como otros productos alimenticios.
LA VAJILLA FINA
Dentro de esta denominación se incluyen las piezas que se usaron en relación con el servicio de
mesa, las cuales destacan por su calidad y porque existe una buena sistematización de ellas, lo que
las convierte, en ocasiones, en un excelente fósil director. La vajilla fina más usada para la consumición fue la producción industrial de piezas cerámicas barnizadas por el interior y exterior, consistente en una solución arcillosa inicialmente de color negro denominada barniz negro y a partir del
último tercio del siglo I a.C. de color rojo, conocida como terra sigillata. En ocasiones, la marca del
alfarero era impresa en el interior de la pieza, donde constaba el praenomen abreviado, el nomen y el
cognomen y, ocasionalmente, se incluía entre la decoración de la pieza. Los recipientes más habituales
fueron los cuencos, las copas, los vasos, los platos y las fuentes de diferentes tamaños, con o sin pie.
Se realizaron en Italia, la Galia e Hispania y, a partir del siglo II, en el norte de África. Las piezas de
lujo eran escasas y se hacían de plata.
Época republicana: siglos II-I a.C. El origen de la cerámica de mesa romana se remonta a finales
del siglo IV a.C. cuando los talleres áticos entran en crisis y son sustituidos por un grupo de fábricas
itálicas con nuevas piezas de barniz negro que serán más económicas y se suministrarán a los compradores habituales del Mediterráneo occidental. Éstas últimas siguieron la tradición ática pero con
formas diferentes, con una calidad muy inferior y decoraciones decadentes basadas en estampillados de palmetas hechas con punzones y rosetas dentro de círculos puntillados a ruedecilla. Se elaboraron en la península Itálica a partir del siglo III a.C., con centros de producción en Campania (Nápoles o Cales) y en Etruria, y son conocidas como campanienses. La llegada a Iberia de las cerámicas de
barniz negro se produjo en este momento conviviendo con otras piezas itálicas de tradición helenística pero fue a partir de inicios del siglo II a.C. cuando se intensificaron las importaciones campanas,
producidas en grandes cantidades y a bajo precio. Hubo imitaciones de barniz negro elaboradas en
talleres locales, como las de Cataluña.
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Estas cerámicas están presentes en los yacimientos valencianos que tienen una cronología enmarcada entre los siglos II-I a.C. que, o bien fueron asentamientos ibéricos que perduraron en su
ocupación hasta este momento, o bien se romanizaron como en el caso de las ciudades de Saguntum (Sagunto) y Lucentum (Tossal de Manises, Alicante) y, sobre todo, en las nuevas fundaciones
como lo fue la colonia de Valentia (Valencia). Las formas cerámicas más habituales aparecidas en
estos yacimientos son los cuencos de paredes rectas o con ala, los platos, las copas, las páteras y los
tinteros. Las tendencias comerciales de esta vajilla, establecidas entre las tierras valencianas y la
Península Itálica, pueden apreciarse desde el año 138 a.C. en los niveles fundacionales de Valentia,
donde Ribera ha constatado un predominio de la campaniense A y en menor medida la campa-
Yacimientos valencianos destacados con publicaciones de cerámicas romanas.
Estas investigaciones han permitido conocer algunas producciones de cerámicas locales e importaciones, y establecer
las relaciones comerciales entre las tierras valencianas y los diferentes pueblos del Mediterráneo.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Vajilla doméstica de
época republicana. Siglos II-I a.C. Procedencia diversa. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Vajilla de uso habitual
en los yacimientos valencianos entre los siglos II-I a.C. donde destaca la convivencia de la
cerámica ibérica con las
piezas romanas de barniz negro, paredes finas
y cerámica común.
niense B de buena calidad, la etrusca, así como las producciones de barniz negro de Cales. Entre al
año 100 a.C. y el momento de destrucción de la ciudad en el 75 a.C. predominan la campaniense
B de Cales junto a la beoide sobre la campaniense A, tres producciones también existentes en Ilici
(l’Alcúdia d’Elx) en este momento. Quedan ya como importaciones minoritarias la B etrusca, la
Byrsa 661 y la campaniense C.
Época imperial: siglos I-III. Con la llegada del Imperio los artesanos de diversos talleres de la
ciudad de Arezzo (Etruria, Italia) impusieron sus producciones, que se han denominado terra sigillata aretina, iniciándose sobre el año 40 a.C. y perdurando hasta mediados del siglo I, con un área
de difusión por todo el ámbito romano. Se trata de una cerámica de calidad excelente ya que tiene
una arcilla muy depurada con un barniz anaranjado muy bueno. Se elaboraron piezas lisas y decoradas con temas vegetales y humanos, fabricándose a molde y a torno. Podemos distinguir la copa
y el plato, llamados también servicio, las fuentes de variados tamaños y otras piezas adicionales
como las grandes copas y cuencos, en ocasiones decoradas en relieve con temas mitológicos enmarcados con cenefas vegetales. Los sellos de oficina podían tener una disposición radial o central, con forma circular, oblonga o in planta pedis, esta última con una cronología a partir del año
15. Esta producción se comercializó por vía marítima acompañando al vino itálico transportado en
ánforas Dressel 1.
Dentro del territorio valenciano, destacan las ciudades de Ilici y Saguntum por su mayor proporción de piezas encontradas, incorporándose recientemente Valentia tras el hallazgo de un conjunto
de aretinas en un depósito votivo datado entre los años 5 a.C. y 10. En ellas, así como en Lucentum, el
Portus Ilicitanus (Santa Pola), Lesera (Moleta dels Frares, Forcall, Castellón) y en El Monastil (Elda), se
ha podido constatar un comercio superior de piezas lisas sobre las decoradas. Los estudios realizados en Ilici por Montesinos evidencian que una gran variedad de centros de producción situados en
la Península Itálica y la Galia abastecieron a esta ciudad, como se ha podido comprobar con las primeras producciones de cerámicas de barniz negro con sellos latinos que son anteriores al 15 a.C. y
proceden de Arezzo, que será el mayor centro abastecedor para Ilici. También es considerable la cantidad de sigillatas aretinas que proceden de Ateius, seguidas por las de Roma e Italia central, Puteoli,
Lyon, el norte de los Alpes, el sur de la Galia y el valle del Po. Entre ellas abundan los platos y las copas sin decoración, destacando los caliciformes decorados tanto con frisos de ovas dobles con len-
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
güeta simple como con círculos concéntricos y rosetas, las figuras en relieve de grifo, de amorcillo,
de esqueleto y de Hércules. Así, también las aretinas encontradas en Valentia tienen un origen mayoritariamente de Arezzo y en menor proporción de Puteoli, resaltando una copa decorada con un
friso de mujeres acompañadas por niños.
La última producción de Arezzo, llamada aretina tardoitálica, llegó desde mediados del siglo I a
las ciudades de Ilici, Saguntum y Valentia. Se importaron, además, producciones del noreste de Cataluña y cerámicas oxidantes de barniz rojo que imitaban y se comercializaban junto con estas.
Los alfareros aretinos instalaron, al poco tiempo, nuevos talleres o sucursales en otros lugares de
la Península Itálica como Pisa, y también en el sur de la Galia, como Lyon (Graufesenque), Banassac
y Montans y, además, en otros lugares de la zona central y oriental gala. Esta cerámica pronto adquirió un importante desarrollo y su comercialización entró en auge a mediados del siglo I, abarcando
su difusión todo el mercado del imperio romano y extinguiéndose a partir de la primera mitad del
siglo III. Esta producción se conoce como terra sigillata sudgálica, su arcilla es de color rosado intenso con desgrasante de cuarzo visible y tiene un barniz brillante de tono violáceo, de calidad
buena. Se elaboraron piezas lisas y decoradas, donde los temas decorativos predominantes fueron los vegetales, incluyendo también
los animales y los humanos. La Graufesenque, entre los años 4070, realizó una producción minoritaria llamada marmorata, de barniz amarillo veteado en marrón, algunas con marca de oficina.
De nuevo, y para estas producciones de la Galia que llegarían a las tierras valencianas por vía marítima, destacan las ciudades de Saguntum e
Ilici dado su mayor porcentaje de hallazgos y los estudios realizados. En estas ciudades se aprecia la abundancia de importaciones desde las primeras
producciones, con un predominio de las piezas lisas (copas y platos) sobre las
decoradas, incluyendo algún ejemplar de marmorata. En Ilici, entre las piezas decoradas, el vaso más habitual fue el Dragendorff 37, seguido del 29 y 30, donde
destacan motivos como la alternancia de guirnaldas ondulantes con plantas o figuras, bandas de paneles o arcadas con figuras, gallones, medallones con motivos
cruciformes, metopas divididas y motivos vegetales, entre otros. Los sellos alfareros, presentes sobre todo en las piezas lisas, remiten como mayor fuente de importación a la Graufesenque y en menor medida a Montans o Banassac. Estas cerámicas también se han documentado en algunos asentamientos rurales o
costeros y en las ciudades de Valentia, Lesera, el Municipium Liria Edetanorum (Liria) dentro de 7 pozos votivos, Lucentum, el Portus Illicitanus y el Monastil.
Copa de terra sigillata sudgálica decorada con la figura del dios Mercurio. Siglo I. Ampurias. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
A partir de finales del siglo I a.C. la terra sigillata,
barnizada de color rojo,
fue la vajilla cerámica más
utilizada para el consumo.
Hubo una gran demanda
y una red comercial organizada que abastecía de
estos productos a todo el
mundo romano.
Dentro de las producciones romanas provinciales también hubo imitaciones
de cerámicas sigillatas hechas en Hispania, que se difundieron hacia mediados
del siglo I. Su producción, a la que actualmente denominamos terra sigillata
hispánica, se realizó en talleres situados en diversos puntos de la península
Ibérica: Tricio, Corella, Liédana, Pompaelo, Abella, Solsona, Bronchales, Andujar y Granada, y empezó imitando algunos tipos galos. Según los centros de
producción, variaron las arcillas desde amarillas a anaranjadas y rosadas, con un barniz anaranjado
o marrón rojizo, de calidad buena que degeneró con el tiempo. Esta producción perduró hasta fines
de los siglos V y VI, conociéndose como hispánica tardía. Las decoraciones consistieron, sobre todo,
en franjas de rosetas o círculos, alternando algunas con motivos vegetales y figuras animales o humanas. Su difusión fue general en el mundo romano, llegando al sur de la Galia, Italia y el norte de
África, aunque predominaron en Hispania.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Centros productores y redistribuidores de cerámica que mantuvieron relaciones comerciales con yacimientos valencianos.
Los materiales cerámicos romanos que encontramos en los yacimientos valencianos indican la existencia de relaciones
comerciales destacadas con la península Itálica, la Galia, Hispania, el norte de Africa y el Próximo Oriente.
La presencia de estas cerámicas en nuestros yacimientos está relacionada, sobre todo, con talleres de la Rioja, de Teruel y de Andujar, y su porcentaje es elevado respecto del resto del servicio de
mesa, como se desprende del estudio de Escrivá en el caso de Valentia. Esta ciudad presenta el mayor volumen de sigillata hispánica en las tierras valencianas, con su mayor índice entre mediados
del siglo I y mediados del siglo III d.C. debido, probablemente, a su papel de centro redistribuidor,
que perdurará con piezas tardías hasta finales del siglo VI en que serán sustituidas por la cerámica
africana. La gran mayoría de las piezas eran de procedencia riojana (Arenzana de Arriba, Bezares,
Tricio, Nájera) ya desde los años 60-65, con una comercialización marítima desde Dertosa y con un
predominio de los vasos hemiesféricos o carenados junto a alguna forma cerrada, como la cantimplora y, mayoritariamente, tenían un sello del alfarero. En menor medida están documentadas las
cerámicas de Bronchales ya desde los años 80-85, con una vía terrestre para su comercialización,
que fue local y regional. En términos generales, en Valentia, el porcentaje de piezas lisas es mayor
que el de las decoradas, como también ocurre en el Portus Illicitanus, y entre estas últimas destaca
como más abundante la forma Dragendorff 37 con ovas, lengüetas, círculos, ángulos y puntas de
flecha, con frisos de metopas y círculos con animales o motivos verticales estilizados. Le siguen en
proporción la forma Dragendorff 29 y 37, con predominio del estilo de metopas con motivos figurados humanos, animales y escenas. Así mismo, han sido documentadas en Saguntum un conjunto
de hispánicas entre las que predomina una buena calidad, también con algunos ejemplares de
Bronchales y una mayor proporción de formas decoradas sobre las lisas, como ocurre en Ilici
donde existe una cantidad de hispánicas escasa que Montesinos relaciona con una disminución de
estas cerámicas hacia el sur del territorio valenciano. También cabe destacar su presencia en el Municipium Liria Edetanorum, la ciudad de Dianium (Denia), el Monastil y, en la provincia de Castellón
en les Carrasques (La Jana).
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
La proliferación en este momento del hábitat rural en villae (villas) queda, en muchos casos, constatada por la presencia de estas cerámicas, que además de indicarnos la difusión de esta producción nos
muestran una mayor perduración en las zonas del interior que en la costa del territorio valenciano.
Los talleres productores de cerámicas en el norte de África, a partir de finales del siglo I, tomaron protagonismo dentro del círculo comercial del mundo romano y se difundieron por vía marítima a través de
la cuenca mediterránea. La primera exportación masiva de esta cerámica, que actualmente conocemos
como terra sigillata clara A, fue producida en el África Proconsular (Numidia y parte oriental de Mauritania). Esta cerámica se documenta en las tierras valencianas, tanto en sus ciudades como en las numerosas
villae, desde finales de época Julio-Claudia, como se ha visto en Valentia. A partir del siglo III se introduce
de forma masiva la cerámica africana A tardía y la terra sigillata clara C, que inició su fabricación en este
momento, prolongándose hasta el siglo IV. Ambas poseían una arcilla rojiza con un barniz anaranjado de
poca calidad, carecían de sellos alfareros y las decoraciones fueron escasas, aunque en ocasiones incluían
algunos motivos en relieve aplicado y estampado, o barbotina de hojas de agua, ruedecilla y temas vegetales o figurados. Estas producciones también han sido documentadas en las ciudades de Saguntum y su
puerto del Grau Vell, el Municipium Liria Edetanorum, el Portus Illicitanus y en Lucentum, con un bajo porcentaje, dada la evolución de la ciudad, como indican Olcina y Pérez.
Desde mediados del siglo II y a lo largo del III, también llegan a las tierras valencianas las producciones del sureste de la Galia, denominadas lucente, con un barniz que tiene irisaciones metálicas y
una tipología compuesta de vasos, jarros y copas.
Antigüedad tardía: siglos IV-VII. Las producciones del norte de África siguieron siendo preferentes dentro del ámbito comercial romano hasta el siglo VI, en que se fabricaron los últimos testimonios
a gran escala, y quedaron solamente producciones minoritarias, pero perduraron las exportaciones.
Las cerámicas de los siglos IV-VI se denominan terra sigillata clara D. La arcilla seguirá siendo rojiza
y su barniz anaranjado y de baja calidad. La decoración se hacía en relieve aplicado o con punzón y
estampado y, en muchos casos, carecía de decoración. Los motivos consistían en estampillas, palmetas, rosetas, círculos concéntricos y reticulados. Durante los siglos V y VI surgieron motivos de animales, símbolos cristianos, cruces geminadas y escenas con figuras humanas, todas ellas característi-
Vajilla doméstica de época imperial procedente de yacimientos valencianos. Siglos
I-III. [Museo de Prehistoria de Valencia].
Vajilla de uso habitual en tierras valencianas entre los siglos I-III donde predominan las piezas de terra sigillata
acompañadas de cerámica común. Los
recipientes más habituales fueron los
cuencos, las copas, los vasos, los platos, las jarras y las fuentes de diferentes tamaños, con o sin pie.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cas de las producciones de sigillata paleocristiana anaranjada y gris (Galia), la cual fue muy escasa a
partir de la segunda mitad del siglo VI, como se ha visto en Valentia.
La presencia de la terra sigillata clara D se ha documentado en la provincia de Castellón, donde tres
asentamientos atestiguan la continuidad romana durante los siglos V-VI. Estos yacimientos son Pou de Llobet (Albocàsser), Benicató (Nules) y el Brosseral (Cabanes), así como también el fondeadero de les Pedreres de la Barbada (Benicarló), según ha estudiado Arasa. Más al sur, estas cerámicas se encuentran en Saguntum y en su puerto, y en Valentia donde Rosselló ha documentado que llega, esporádicamente, vajilla
de mesa oriental llamada Late Roman C (Focea) y Late Roman D (Chipre), cerámica egipcia o copta y
otras producciones (Fine Byzantine Wares). Otros importantes asentamientos con esta perduración son el
Portus Illicitanus, la necrópolis de l’Albufereta y el Monastil entre mediados del siglo IV y finales del siglo V
y, también, Garganes (Altea, Alicante) con actividad comercial elevada desde mediados del siglo IV hasta
mediados del siglo VI, en que destaca el alto porcentaje de cerámicas estampilladas. La existencia de estas
cerámicas en las villae ha permitido constatar una proliferación del hábitat rural durante el siglo IV.
LOS VASOS PARA BEBER
Cáliz de vidrio de época
imperial. Tisneres (Alcira,
Valencia). [Museo de Prehistoria de Valencia].
Los recipientes de vidrio usados para beber
se impusieron, a partir
del siglo I, sobre los vasos de cerámica común
con paredes muy delgadas, y perduraron hasta inicios del siglo II.
Los vasos, cubiletes o cálices usados más asiduamente para beber eran
de cerámica común con paredes muy delgadas, llamados paredes finas,
a los cuales, a partir del siglo I, se añadieron y se impusieron las piezas
de vidrio. Durante los siglos II-I a.C. estos se importaron desde la península Itálica aunque también hubo imitaciones en Iberia y en la isla
de Ibiza. Inicialmente no presentaban decoración o bien tenían incisiones
y barbotina. A partir de mediados del siglo I, además de importarse, sobre todo se produjeron en diferentes puntos de Hispania, mayoritariamente en la Bética, y perduraron hasta inicios del siglo II. Su decoración
se basaba en engobes, motivos incisos y «a peine», tratamiento arenoso, a
barbotina y a ruedecilla y los llamados «cáscara de huevo».
Por lo que respecta a los yacimientos valencianos, los vasos para beber documentados se ciñen a las características y procedencias descritas, pero además cabe
señalar la posible producción de éstos en tierras de Sagunto ya que son mencionados como cálices o copas saguntinas por Plinio en su Historia Natural (XXXV,
160-161) y por Marcial en su obra poético-satírica (IV, 46, 12-17; VIII, 6, 1-4; XIV,
108), aunque también se ha considerado que podría tratarse de sigillatas hispánicas; esta ciudad, además, también ofrece ejemplares itálicos. En Valentia los cubiletes de paredes finas ya están presentes en el momento fundacional (138 a.C.) y
en época tardo-augustea (8 a.C. - 9) con un origen itálico (de Etruria y del sur) e
hispano (gris catalana), y también son producidos a finales del siglo I a.C., como
se ha visto en la excavación de un horno en l’Almoina. En Ilici aparecen en los niveles de mediados del I a.C. a mediados del I, como
también en la necrópolis de l’Albufereta (el Campello, Alicante),
donde han sido estudiados los vasos de época imperial.
Vasos de paredes finas de época imperial. Ibiza y Ampurias. [Museo de Prehistoria de
Valencia].
Los cubiletes usados más asiduamente para beber eran de cerámica con paredes muy
delgadas. Entre su decoración se podía incluir la barbotina, como en el caso de estas
dos piezas que tienen motivos aplicados de hojas de piña y palmas con hojas de agua.
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
Cerámica común de cocina. Siglos I-V. Font de Mussa (Benifaió, Valencia) y Llíria (Valencia). [Museo de Prehistoria de
Valencia].
El menaje de cocina comprendía las piezas que iban al
fuego y otras para la contención de provisiones. Había
ollas y cazuelas para cocinar
directamente al fuego o al
horno, orzas para la fritura o
asado de alimentos y tapaderas para cubrir los recipientes.
LA CERÁMICA COMÚN Y DE COCINA
Dentro de este amplio grupo se encuentran los recipientes de servicio
de mesa y de cocina usados para el aprovisionamiento, preparación,
transformación, conservación y almacenaje de alimentos, algunos de ellos
con un uso multifuncional. En general, el conjunto de materiales consistía
en urnas para contener y transportar agua y también para conservar alimentos, jarras con una o dos asas para calentar y escanciar líquidos, vasos
para beber y medir capacidades, platos y fuentes para servir así como
para comer y preparar alimentos líquidos y sólidos, cuencos para lavarse
las manos y transformar alimentos, recipientes para uso en la higiene personal y tareas domésticas, orzas para la elaboración de salsas o condimentos, morteros, tapones, tapaderas con función también de platos, coladores y embudos. El menaje de cocina comprendía las piezas que iban al
fuego para guisar o freír, entre las que había ollas para la cocción de alimentos y contención de provisiones, orzas para la fritura o asado, cazuelas de variados tamaños para cocinar directamente al fuego o al horno y
para usarse con trípode, y además las tapaderas.
Estas cerámicas fueron cocidas tanto de modo reductor como oxidante,
generalmente sin tratamiento posterior, excepto las producciones africanas
de cocina con un engobe interior o algunos ejemplares de cuencos y jarras
decorados con trazos lineales de pintura.
Las importaciones que llegaron a las tierras valencianas procedían de la
península Itálica, el norte de África, algunos ejemplares orientales, pero, sobre
todo, las piezas más utilizadas fueron las producciones locales, existiendo un
comercio regional, con una mayor presencia en los asentamientos rurales.
Época republicana: siglos II-I a.C. Durante los siglos II-I a.C la mayor
parte de los recipientes que conocemos provenían de la península Itálica y
eran para la cocción de alimentos; se trataba de ollas, sartenes, morteros,
tapaderas y cazuelas, entre ellas las rojas pompeyanas, que poseían un engobe rojo en su interior, como se ha documentado en Valentia. Acompañando a este conjunto había algunas piezas de origen púnico, jarritas de
Jarra de bronce. Siglo I . Els
Horts (Vallada, Valencia).
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Los recipientes asociados a la
alimentación se hicieron mayoritariamente de cerámica aunque también los hubo de vidrio, madera, marfil, piedra y
metal de plata, hierro o bronce,
como es el caso de esta pieza.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
cerámica gris, páteras, kalathos y tinajas ibéricas pintadas junto a jarras de cerámica común para verter líquidos y otros recipientes para cocinar. En la ciudad de Saguntum también han sido estudiadas
estas importaciones itálicas y púnicas (ibicencas y cartaginesas), por Pascual y Aranegui, como también un alto porcentaje de cerámica ibérica local y otras producciones locales y regionales de los alrededores de la ciudad.
Época imperial: siglos I-III. En época augustea, como se ha podido ver en Valentia, continuaron
las importaciones itálicas de cazuelas altas y morteros, y de la Campania llegaron cazuelas bajas
y tapaderas además de platos rojos pompeyanos. Del África Proconsular y Byzacena (Túnez) se
importaron cazuelas altas y bajas, tapaderas, y también diversos recipientes consistentes en boles,
cuencos, jarras y olpes, y también algún ejemplar oriental como las jarritas. También hubo producciones locales de ollas, tapaderas y jarras, diferenciándose diversos grupos atendiendo a la
pasta. A finales del siglo I e inicios del siglo II, el conjunto de materiales de cocina continuó teniendo una procedencia itálica, africana y de producción local, entre los cuales se han estudiado
platos/tapadera y cazuelas africanas en Valentia, y, dentro de las cerámicas comunes locales, en el
Municipium Liria Edetanorum se conoce un amplio repertorio en relación con la transformación y
contención de alimentos, además de jarras para líquidos, vino o aceite. A mediados del siglo II se
ampliaron los tipos cerámicos de cazuelas, vasos globulares y ollas. Ya en el siglo III, el lote de
material más importante fue el de origen africano, como se puede apreciar en Saguntum. Esta visión se repite en la provincia de Alicante, donde en el Portus Illicitanus los estudios efectuados
por Sánchez han podido establecer diferencias entre importaciones y producciones locales o regionales, así como también ha sido estudiada la cerámica común de los yacimientos del valle del
río Vinalopó (Alicante). En Ilici los estratos augusteos presentan vasos, platos y olpes con decoración pintada, y en los niveles del siglo II gran parte de los materiales tienen una procedencia africana. En la Villajoyosa se ha documentado cerámica africana de cocina y común y en la isla de Tabarca se han hallado restos de ocupación romana con materiales desde el siglo II hasta el siglo IV
provenientes del norte de África.
Antigüedad Tardía: siglos IV-VII. La dinámica del este de Hispania,
según Gutiérrez, estaba dentro de la evolución de la economía mediterránea, con un mercado en las ciudades portuarias y en los centros rurales costeros surtido de
abundantes importaciones que, con el tiempo, dieron paso a las producciones locales
orientadas al autoconsumo. Las cerámicas que conocemos en los yacimientos
valencianos para los siglos IV-VI tienen un
origen diverso, y destacan en proporción
las producidas en Cartago, Cerdeña, el sur
de Italia o Sicilia, que corresponden a fuentes, cuencos, cazuelas y tapaderas, y se han
podido diferenciar por Reynolds en el valle
Cerámica común de época visigoda de
yacimientos valencianos. Siglos VI-VII.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
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LA VAJILLA ROMANA • ROSA ALBIACH
del río Vinalopó. También se conocen cazuelas altas y bajas de cerámica hecha a mano o torneta de
las provincias de Alicante y Murcia, documentadas en el Monastil entre mediados del siglo IV y final
del siglo V, perdurando hasta el siglo VII. En Ilici, a mediados del siglo IV, destacan los materiales de
procedencia africana y las cerámicas comunes hechas a mano con desgrasante de mica dorada.
Entre mediados del siglo VI y la primera mitad del VII, hubo un predominio de productos africanos, como se ha podido ver en Valentia, con ollas sin asas, cazuelas, morteros, cuencos, orzas con
tubo vertedor, jarras de un asa y pico vertedor y también tapaderas, que evidencian la intensa relación con el África bizantina. También del Mediterráneo oriental se importaba cerámica de cocina
como ollas (algunas del área de Constantinopla y Palestina), cazuelas, jarros con asas dobles sobre
montadas y ampollas con pitorro. En la Punta de l’Illa (Cullera), Valencia la Vella (Riba-roja de Túria) y en Alicante, también se conocen ungüentarios litúrgicos contenedores de aceite consagrado de
Palestina o Panfilia. Todo este conjunto se acompañó de cerámicas a mano o a torno lento procedente
del Mediterráneo central (Lipari) y de Sicilia, como también de Ibiza llegaron cuencos, algunos con
tubo vertedor y ánforas pequeñas.
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